c935ad2722bf2979821364ba57ca97a9_LJulio 22, 2016-.Esta dictadura ineptocrática ha creado sus propias miserias, que después ha intentado paliar con remedios que son peores que la enfermedad .

Su corrupción, torpeza y ceguera ideológica han multiplicado la pobreza, lo que ha incrementado la violencia y la inseguridad en progresión geométrica. Situación que provoca la muerte de inocentes, la diáspora de la juventud educada y talentosa, el hambre de las grandes mayorías, incontables decesos por falta de medicinas, y la certeza que la vida pende de un hilo, porque militares, milicianos, patriotas cooperantes, colectivos y pranes -con licencia para matar- son los dueños de nuestra precaria existencia.

En el poder enmacollado están las únicas vidas dignas de ser cuidadas y preservadas a cualquier precio. En ese cogollo -que vive de espaldas a nuestra pesadilla- se gasta una enorme cantidad de petrodólares, pues se destinan a automóviles con inexpugnables blindajes, que los convierten en acorazados rodantes, tal cual la denominada bestia, usada por los presidentes de Estados Unidos. Añadamos la costosa presencia de los cuerpos de inteligencia de la metrópoli cubana, de los innumerables guardaespaldas locales y de los militares, que se esmeran en cuidar a las joyitas cupulares que desangran lo que queda de país.

La burocracia criolla que requiere seguridad especial se cuenta por miles, y esa es prioritaria. Entonces qué queda para el ciudadano de a pie, para quien tiene que patear la calle en búsqueda de comida y/o medicina, para sobrevivir o atender las enfermedades que también aquejan la difícil vida de los nacionales. Para ese pueblo mayoritario el socialismo del siglo XXI abortó un engendro, llamado Operación de Liberación del Pueblo (OLP).

Claro que se trata de una operación, en el sentido de ejecución de algo, o  la que se hace en un quirófano, donde unos matasanos egresados de dudosas universidades, se adueñan de los escalpelos para hacer sus primeras prácticas en pacientes. De esa operación solo saldrán cadáveres, pues la única licencia con la que cuentan esos galenos es la licencia para matar otorgada por una banda de irresponsables en el poder, a quien le importa muy poco la vida de los venezolanos.

Mutatis mutandis es lo que ha ocurrido con la aplicación de las OLP. Las ejecuciones extrajudiciales se materializan, cuando el aparataje militar se despliega en cualquier barriada. Madres, esposas, hermanas gritan llegó la muerte y se preparan para aceptar con resignación los allanamientos -sin orden judicial- que realizan los militares en sus humildes hogares. Todo aquello está precedido de la delación por parte de los patriotas cooperantes, cuyos sapeos se llevan a la tumba a quienes ellos deciden hacer desaparecer, bajo el manto de legalidad que les proporciona la Fuerza Armada.

En un año recién cumplido, este engendro olépico ha desatado una verdadera hecatombe en los sectores populares, que eufemísticamente el hijo de José Vicente Rangel bautizó como zonas de paz. Investigadores preocupados por este despliegue de violencia uniformada han publicado cifras que hablan de 17 mil viviendas allanadas y 976 destruidas sólo en 2015, 2.399 detenciones, 245 muertos y 1.700 colombianos deportados. Estas estadísticas son un aproximado a lo que este ejército de ocupación ha perpetrado en apenas 12 meses de acción, bajo el mando del general más rápido de la FAN, capaz de acusar a la disidencia de cualquier delito en cuestión de horas. La Fiscalía y los tribunales están subsumidos en el también minpopo de Interior, justicia y paz. El mismo que decide sobre la culpa, quién va preso, vive o muere en esta comarca fidelista.

Andrés Antillano, jefe de la cátedra de criminología de la Facultad de Derecho de la UCV, advierte que la OLP aumentó la violencia policial y social contra los más pobres. “Se trata de una lógica bélica del exterminio. Solo en guerra el objetivo es la muerte del adversario. No es la seguridad ciudadana el mejor escenario para pensar en términos bélicos”.

Agridulces

Las mujeres venezolanas le abrieron un boquete a la muralla verde oliva que impedía el paso hacia los alimentos y las medicinas, ubicados al otro lado de la frontera. En territorio colombiano fueron recibidas con beneplácito, y los hermanos del vecino país les vendieron lo que el despótico régimen nacional niega con impiedad y maldad sin límites.

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