ncluso quienes se muestran escépticos en el diálogo ven la necesidad de llegar a acuerdos con el Ejecutivo para rescatar al país Foto William Urdaneta

Octubre 31, 2016.-Ahora, cuando los mandamases de la disidencia local ordenan trancar la calle, ellos, los manifestantes, ya tenían horas calentando el asfalto. Ahora, mientras el sol de las 11:42 de la mañana derrite el miércoles 26 de octubre, la dirigencia opositora acaba con una ristra de discursos que ya la gente ni oye. Apenas si aplaude… Ahora, cuando la gente tranca la calle, MUD y ciudadanía parecen dos entidades aparte.

Están juntos sin estarlo. Están y no están a la vez. La ambivalencia es el signo que los une y paradójicamente los separa; pero también, la huella de una contradicción superior: diálogo o no diálogo. Ser o no ser. El dilema hamletiano se asoma de nuevo en una ciudadanía temerosa de un nuevo fracaso en las conversaciones; más cuando a una de las partes la antecede su historial de patear la mesa antes de instalarse.

Es la contradicción que asalta a Yamilet Camacaro, asistente médico de 45 años, quien cree que la crisis país amerita más que nunca de la negociación entre ambas facciones, pero que a juzgar por las acciones del Gobierno, este intento no es más que una burla. Una engañifa. Una forma de ganar tiempo mientras busca oxígeno con los precios del petróleo.

Por eso cree que un diálogo en estas condiciones no será productivo; no solo por la actitud de quienes detentan el poder, sino también por la de la misma oposición. A los primeros pide sinceridad, respeto y una evidencia tangible de buscar un cambio. Una realidad que pasa, por ejemplo, por dejar a un lado la violencia política. A la MUD pide, ante todo, un plan único de trabajo, lejos del personalismo y agendas políticas particulares que terminan minando la conducción de la disidencia.

En eso coincide Eneida Nava, quien no necesita recurrir a su experiencia de 62 años para cuestionarse la naturaleza de un diálogo que ofrece entre insultos y vejaciones. Esa actitud del Gobierno la convence de la inviabilidad del diálogo, sin dejar de aclarar que, para que una conversación sea fructífera, además de las condiciones mínimas de respeto, debe ponerse sobre la mesa puntos de no negociación: revocatorio, libertad de los presos políticos, respeto a la autonomía de la Asamblea Nacional (AN) y el nombramiento de nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).

– ¿Y cree factible que el Gobierno ceda en todos esos puntos en una negociación con la oposición?

– La esperanza es lo último que se pierde. Si presionamos en la calle podemos lograr algo. A Brasil le dio resultado protestar contra (Dilma) Rousseff.

Disensos democráticos

Yunis Hernández, además de manifestante, es dirigente sindical de Sidor. Como practicante de la política en la arena laboral, es un convencido de la importancia del diálogo para la resolución de conflictos, pero que ante la falta de confianza que genera el Gobierno, estas pretensiones naufragan antes de atracar. Suscribe que la credibilidad del oficialismo crecerá en la medida en la que ceda ante las exigencias de la MUD, y que una de esas condiciones no negociables es, si no el revocatorio, la convocatoria a elecciones generales.

– Pero el Gobierno ya lo suspendió, ¿cree que se retracte?

– Debe haber sensatez en sectores del Gobierno. Gente que está apostando porque esto no sea una hecatombe. Esos sectores deben prevalecer.

Pese a la situación, Hernández confía en la presión de la ciudadanía en la calle de forma pacífica, y que los dislates de la MUD, si bien reprochables, no dejan de formar parte de la dinámica política de la democracia. “Diferencias siempre las ha habido y las hemos superado. No es el momento de personalismos, sino de la unidad”, remata.

Las exigencias a la MUD también afloran en las palabras de Milagros Suárez, quien nota en la disidencia un gran problema de comunicación, tanto puertas adentro como con la ciudadanía. “Creo que la MUD no está escuchando al pueblo. Nos piden que hagamos la cola y la hacemos, firmamos, validamos, salimos a la calle, pero ¿el diálogo? Diálogo no, estamos cansados del diálogo porque nunca nos ha llevado a nada”, fustiga la ejecutiva de ventas de 43 años, consciente de que, pese a todo, el rescate del país requiere de un mínimo acuerdo entre oposición y oficialismo.

La acompaña Gladys Díaz, una partidaria de que todo, incluso el diálogo, necesita de la gente en la calle para demostrar al Gobierno la fuerza de la disidencia. “Yo veo que en Caracas la gente sí se puede mantener en la calle, pero aquí, mientras cada quien siga en lo suyo no vamos a tener la misma fuerza. Tenemos que salir todos para exigir a Maduro, pero también a la MUD”, sostiene.

Al final el abanico de voces coinciden en algo: el diálogo es necesario, pero para que sea productivo es menester que el Gobierno de muestras de entendimiento, mientras la Mesa de la Unidad deje a un lado sus diatribas para concentrarse en la búsqueda de esos mínimos acuerdos. Los fundamentales.

Los que mañana permitirán la reconstrucción del país allende de tribunas partidistas. La escena política sigue su curso. Los actores, entretanto, siguen aprendiendo sus líneas.

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